lunes, 17 de enero de 2011

FRONTLINE CLUB, LONDON..

Vaughan Smith, en las escaleras del Frontline Club
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14 Enero 11 - Londres - Celia Maza
Todos los sitios donde se cuecen las grandes historias que marcan el inicio de una nueva era están predestinados a tener una puerta pequeña. Con el Frontline Club no podía ser de otra manera. El restaurante de la planta baja tiene un diseño elegante y amplios ventanales que dejan ver desde la calle las fotografías que visten las paredes. Muestran al hombre que se plantó solo ante los tanques en las protestas de Tiananmen Square de 1989 o los enfrentamientos en Belfast contra el Ejército británico de 1971. Se trata de una gran exposición de los momentos que han cambiado el mundo, pero exposición al fin y al cabo.

Es en la planta primera donde verdaderamente se hace historia. Para acceder a ella hay que subir por unas estrechas escaleras acompañadas también por los trabajos de los grandes fotógrafos de guerra. Robert Capa no podía faltar. En el ajustado descansillo se cruzan los que se dirigen a una sala con acceso sólo para socios y los que continúan subiendo peldaños que dan acceso al salón de debates y las habitaciones. En una de ellas se hospedará Julian Assange, el fundador de Wikileaks, antes de acudir al juicio que determinará su extradición a Suecia. Será el próximo 7 de febrero.

Fue en este mismo club donde el ex «hacker» más célebre se reunió por primera vez con Vaughan Smith, el hombre que le ha ofrecido su casa para pasar las navidades durante su libertad condicional. Corría el mes de julio y el australiano buscaba un lugar para dar una rueda de prensa tras publicar los primeros cables en su portal. Frontline Club era la cuna del periodismo independiente y Assange y Smith conectaron desde el primer momento.

Entonces, los socios se mostraron muy interesados en conocer más sobre Wikileaks. Pero ahora las cosas han cambiado y algunos no ven con buenos ojos que el fundador del club haya dado cobijo al hombre que ha sacado a la luz documento secretos de la Casa Blanca.

En la salita de la primera planta, el martes por la noche se volvió a abordar el tema. El debate marcado en la agenda era cómo el sitio web había influido en el periodismo. Empezaba a las siete, pero poco a poco los socios fueron acercándose hasta la barra del bar. Smith llegó acompañado por el periodista de «The Guardian» y Mark Stephens, el abogado de Assange. El letrado es uno de los hombres más influyentes de Londres. Su aspecto confunde, aunque tras conocerle en persona su gabardina a lo Sherlock Holmes deja claro que el carisma que muestra ante las cámaras de televisión no es una pose.

Un juicio justo

Hace tiempo que Smith cambió el uniforme de batalla por el traje de corbata. Ahora lleva chaquetas y pantalones de pinzas impecables. Conversa con todo el mundo y trata de ser uno más. En la calle, ser el anfitrión del hombre del momento le convierte en el centro de todas las miradas, pero en el club consigue un anonimato especial. «¿Por qué está haciendo todo esto?», le pregunto. «Creo en una sociedad tolerante donde a pesar de no estar de acuerdo con la opinión de alguien éste merece tener un juicio justo», contesta. «¿Significa que no está de acuerdo con lo que está haciendo su huésped?», insisto. «No necesariamente. Con lo que no estoy tan de acuerdo es con lo que ha publicado ‘‘The Guardian’’. Yo quizá habría escogido otra serie de historias. Cada uno tenemos una manera de ver las cosas. Me parece más interesante evaluar cómo ha influido todo esto en el periodismo y en internet. Pero me temo que los medios están más concentrados en cosas menos relevantes, como si Julian ha tenido sexo o no con diferentes chicas», recalca.

Con hijas adolescentes está claro que el reportero no le habría abierto las puertas de su hogar si pensara que las acusaciones de las autoridades suecas son ciertas. «Creo en su inocencia. El sistema legal sueco establece tres grados de violación y él ha sido acusado del grado menor. Este proceso no habría continuado si su nombre no estuviera detrás».

Dan el aviso para que comience el coloquio. Antes de subir a la segunda planta, Smith me promete que luego se reunirá de nuevo conmigo. No sabría explicar el porqué, pero desde el primer momento transmite ser un hombre de palabra. La espera no se hace en absoluto pesada. La pequeña sala da para mucho. Tan sólo hay siete mesas y dos sillones de orejeras. La luz es tenue y el ambiente se vuelve aún más íntimo con las velas de cada rincón. Verdaderamente uno se siente dentro de aquel tiempo en el que los periodistas llevaban gabardina y sombreros de gánster y sacaban las noticias de la calle.

En la barra, «JJ», el camarero, me explica que Smith es un hombre agradable y cercano. Las fotografías de la pared sosteniendo en sus brazos a varios bebés de los socios respaldan sus palabras.

El periodista fundó el club en 2003 en honor a sus compañeros de la agencia de noticias Frontline Televisión que murieron cámara en mano. En las vitrinas se pueden ver algunos de sus objetos personales. Él tuvo más suerte. La bala que estuvo a punto de matarle quedó incrustada en el teléfono móvil que llevaba en la camisa, tras atravesar su paquete de Malrboro. Ese particular «chaleco antibalas» también está expuesto.

Vivir sin miedo

«Realmente fue afortunado», le digo tras terminar la conversación. «Sí lo fui, sí», contesta. A pesar de ser un hombre muy ocupado, Smith se muestra paciente y generoso en sus respuestas. No tiene inconveniente en hablar de su invitado especial y en sus sospechas de que sus ordenadores y sus teléfonos pueden estar siendo vigilados. «Mucha gente piensa que Assange es un terrorista de internet. Responsables públicos de EE UU y Canadá ha dicho que debería ser asesinado, pero él, hasta que se demuestre lo contrario, no ha cometido ningún crimen. Yo tuve en cuenta muchas cosas antes de ofrecerle mi casa. Claro que pensé en las consecuencias que podía tener esto para mi familia, pero creo que no se puede vivir con miedo. Al fin y al cabo, yo no estoy haciendo nada ilegal ni tengo nada que esconder», explica.

El anfitrión asegura que sería «muy poco sabio» por parte de cualquier Gobierno «querer hacer daño» a Assange. Considera que está al corriente de los rumores que indican que EE UU podría estar trabajando en una nueva acusación, pero piensa que eso es un proceso que llevaría mucho tiempo. «Lo que más lamento es la imagen que se está dando de él. No se ajusta nada a la realidad. Los medios lo muestran como una persona fría y calculadora, pero no tiene nada que ver», matiza. Después de convivir con él, Smith define a su huésped como un hombre educado que no para de trabajar y tiene unas cualidades excepcionales para los ordenadores. «Puede analizar el mundo a través de Internet y luego perderse en mi jardín».

Sin duda, la experiencia de pasar con él las navidades ha sido «muy interesante». «He aprendido mucho de él porque se ha leído todos los cables publicados», asegura. Desde el momento en el que tomó la decisión de ayudarle, el periodista supo que el fondo de la cuestión no era si Wikileaks era correcto o no. Se trataba de plantearse si su país, en este momento histórico, era «el lugar tolerante, abierto e independiente en el que había sido educado».  Si para luchar por este país tenía que luchar por sus principios de justicia, no había más que hablar: su posición en las filas era segura.


Algo más que un periodista
¿Un «hacker»? ¿Un criminal? ¿El Bin Laden de internet? En los últimos meses, se han escuchado muchas palabras para referirse a Julian Assange. El término periodista también ha sido bastante frecuente. Para Vaughan Smith, es mucho más. «Es un hombre que hace campaña, es un publicista… es alguien que ha creado algo nuevo», asegura. «A través de Wikileaks ha encontrado una manera distinta de publicar noticias. Ha entregado más datos que mil periodistas juntos en los últimos años y eso es un nuevo panorama que hay que analizar. El reto es saber encajarlo en la sociedad y saber beneficiarnos». El Fundador de Frontline Club está convencido de su huésped ha marcado el inicio de una nueva era: «Lo que está sucediendo es un punto de inflexión y los que no tomen ahora una determinación puede que en el futuro se arrepientan».

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